• noviembre 21, 2024 9:46 am

Hereje: Hugh Grant, en su veta más malévola, se luce en este film de suspenso entretenido y bien realizado​Guillermo Courau

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Nov 21, 2024

Hereje (Heretic, Estados Unidos/2024). Dirección: Scott Beck, Bryan Woods. Guion: Scott Beck, Bryan Woods. Fotografía: Chung Chung-hoon. Música: Chris Bacon. Edición: Justin Li. Elenco: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace, Elle Young. Duración: 110 minutos. Distribuidora: Diamond Films. Nuestra opinión: buena.

Mucho se ha dicho sobre la alicaída oferta de suspenso y terror que ofrece el cine contemporáneo. Por eso, cuando aparece una propuesta como Hereje, más sutil, atractiva y seductora, resulta fácil caer en sus garras. Aun cuando tal muestra de preciosismo termine siendo la fachada de algo mucho menos interesante.

La hermana Paxton (Chloe East) y la hermana Barnes (Sophie Thatcher), son dos adolescentes bastante inocentes que creen ciegamente en los preceptos de la iglesia mormona a la que pertenecen. Con la intención de llevar la doctrina a quien lo necesite llegan a la puerta del señor Reed (Hugh Grant), teólogo muy interesado en hablar con ellas. Sin embargo, una vez dentro, las dos chicas quedan atrapadas y descubren que son parte de un experimento macabro conducido por su anfitrión. No se tratará solo de cuestionar su fe, sino también de salvar sus vidas.

Aunque promocionada como una película de terror religioso, Hereje no tiene mayor conexión con la religión que la locura de su protagonista. Las interminables disquisiciones de Reed cuestionando las diferentes corrientes, no tienen más profundidad y sustancia que los devaneos de Dan Brown en El código Da Vinci o Ángeles y demonios. ¿Eran aquellas películas religiosas? Bueno, esta tampoco.

De todos modos, la mascarada está lo suficientemente bien hecha como para despertar cierta intriga. Los propósitos del protagonista para con sus cautivas no se revelan inmediatamente, sino que van apareciendo de a poco, conforme las va ganando la desesperación. Ventana que el guion aprovecha para desarrollar un arco de conducta para Reed, que va de un señor encantador a un ser desquiciado y perverso.

Es entonces cuando se agradece, y mucho, la presencia de Hugh Grant como mascarón de proa de la propuesta. El actor, que a esta altura del partido no necesita demostrar en absoluto su talento, sostiene todo el entramado de suspenso que ofrece la película con maestría y oficio. Tanto como para salvar una andanada de diálogos extensos y confusos, que conspiran notablemente contra el ritmo de thriller que pretende llevar adelante la historia.

Por su parte, el binomio conformado por East y Thatcher tiene menos posibilidad de lucimiento, pero de todos modos logra una química lo suficientemente sólida como para que la platea pueda empatizar con su predicamento, por más absurdo que sea.

Hereje cuenta con una materia prima interesante, que desemboca en climas de suspenso más que satisfactorios. Sin embargo, como ya es una constante en este tipo de propuestas (y en el cine actual en general), la necesidad de llevar el clímax hasta el límite del paroxismo, vuelve la resolución tan retorcida e inverosímil que el relato pierde buena parte del terreno ganado. Una vez que se conocen las verdaderas intenciones del señor Reed, alejándose de la atractiva complejidad inicial y convirtiéndose en un personaje más convencional para este tipo de films, de este lado de la pantalla uno se pregunta “¿Para qué?”. Y lo peor es que desde el guion no aparece una explicación más satisfactoria que un “porque sí”.

Con una puesta en escena por momentos demasiado teatral (en la que Hugh Grant se mueve como pez en el agua), Hereje vende mucho más de lo que ofrece. Su presentación como thriller inteligente, que pone en la mira a la religión contemporánea, se desinfla rápidamente. Dejando solo una película de suspenso como tantas otras, con unas cuantas ideas bien ejecutadas, una dirección efectiva y correctamente resuelta, y no mucho más.

El film comienza como una crítica mordaz a la religión organizada, pero demuestra estar más interesado en los sustos y vueltas de tuerca, con una puesta en escena de carácter teatral en la que el británico se mueve como pez en el agua  Cine LA NACION

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